“Los adolescentes también sufren”. No es la primera frase que los jóvenes pronunciaron pero sí una de las que resonó en el aire con más fuerza durante los 20 minutos en los que se entrevistaron con LA GACETA. Los estudiantes de sexto año, quinta división de la Escuela de Comercio República de Panamá, decidieron levantar la voz para hablar de salud mental durante una de las etapas más vulnerables de la vida: la adolescencia.

En cada puntada dada a la cinta naranja que decidieron grabar en sus remeras del último año, hay una toma de conciencia, acompañada también de puntadas que son de dolor y agradecimiento, ya que su decisión tiene otra arista igual de importante que la visibilización que buscan. A una docente que marcó su corazón y los acompaña en este camino.

Romper el silencio

Nicole, Mateo e Ignacio fueron quienes hablaron en nombre de todo el grupo, para contar por qué decidieron que una prenda tan significativa para cualquier egresado lleve esta particular insignia.

“Somos muchos chicos en nuestro curso. Tenemos diferentes formas de pensar dentro y fuera de la escuela. Pero a todos nos ha tocado ver momentos en los que otros la pasan mal, y sólo en algunos casos entre compañeros se apoyaban”, comentaron.

“Entonces nos pareció que esto podía ser un gesto que muestra apoyo a quien lo necesita y también lo normaliza. Porque muchos no quieren hablar por vergüenza”, explicaron los jóvenes.

No obstante, ellos reconocen que es un primer paso porque aún falta mucho por hacer y decir. “Sentimos que incluso es algo tabú para muchas familias. También hay gente que nos trata de exagerados o nos dicen ‘es que están en la edad del pavo’”, afirmaron.

“La realidad es que los adolescentes también sufren. A veces hasta pueden sentirlo más, porque es una edad muy sensible en la que se tiende a maximizar los sentimientos. Pero muchos adultos lo minimizan”, dijo Mateo que aún no terminó el secundario pero mostró mucha madurez.

“Nuestro símbolo es un pedido. Queremos que se visibilice y se hable de salud mental”, agregaron y coincidieron los tres.

El dolor desde adentro

“Estoy muy orgullosa”, remarcó Teresita Fernández, la profesora tutora de estos chicos, que supo convertir su propio dolor en una herramienta para ayudar a sus alumnos.

Teresita es mamá de Nahuel, quien a los 15 años decidió quitarse la vida. “Fue algo muy inesperado. Las señales que él pudo haber tenido y que yo recién ahora me doy cuenta son fácilmente de confundir con los procesos que pasan por la adolescencia”, afirma con una fortaleza que le costó volver a tener tras el episodio.

“Mi hijo para mí tenía una adolescencia normal, y de un día para el otro, sin decir absolutamente nada, ni siquiera a sus mejores amigos, decidió suicidarse”, relató con una tristeza infinita pero mucha entereza.

Pasó un año hasta que Teresita regresó a dar clases luego de sentirse perdida. Pero cuando se supo lista, volvió con la misión de concientizar. “Me ayudó una nueva resolución ministerial donde se empezó a hablar de la pedagogía del cuidado y de la integralidad del adolescente”, explicó.

“Cuando yo empecé a hablar con los chicos, les pregunté: ‘¿cuántas veces les hablaron de salud mental?’. Me dijeron nunca. Entonces empezamos a hablar de emociones y de la gestión de las mismas”, agregó la docente.

“No quiero que vuelva a haber otro Nahuel. No quiero que nadie más se vaya huyendo del dolor, callados; ni más familias destruidas como la mía y muchas más”, reflexionó. En su propio sendero para volver a abrir sus alas y cobijar a otros jóvenes, a Teresita la ayudó un grupo llamado SaluGénica, de la Universidad de Catamarca, quien son profesionales de la salud mental, preventores del suicidio.

“Y entre tantas cosas que aprendí, me enteré de que el suicidio es la segunda causa de muerte de adolescentes en todo el mundo, pero que es prevenible en el 90% de los casos”, reveló.

Miedos

“El suicidio es importante hablarlo, es importante comprender que es algo que sucede, y que muchas veces puede ser parte de una enfermedad emocional previa como la depresión”, destacó al dar su aporte el psicólogo Roberto González Marchetti. Y en ese sentido, añadió: “creo que hay que hablar también de la importancia de los valores sobre la vida, la forma de poder sobrellevar el sufrimiento y la necesidad de sentirnos contenidos”.

También hizo referencia al sentimiento que expresaron los jóvenes concepcionenses, de no sentirse escuchados. “Los adultos a veces no sabemos o tenemos muchos miedos en hablar con nuestros hijos, sobrinos o demás allegados. Nos da temor la información que nos puedan dar, y estar en ese lugar de no saber qué hacer o cómo hacer”, aseveró.

“Creo que los padres hoy en día cometemos el error de bajar líneas sin que haya una retroalimentación de esa propia información”, sumó.

Autolesiones

Ignacio tiene un dije. Vio a muchos chicos que se autolesionaban con pequeños cortes, tratando de reaccionar a lo que les sucedía. Por eso se le ocurrió llevar cerca del corazón algo que le recordara que esa no era la salida.

“Las autolesiones se relacionan con las depresiones, y a veces puede estar implicada alguna alteración en el funcionamiento de la personalidad. Muchas veces, al estar sometido a un estrés prolongado, donde se van pasando situaciones de angustia y tristeza, sienten esa necesidad de lastimarse”, analizó González Marchetti

“En el dolor sienten esa adrenalina que disminuye obviamente su estado de enojo pero a costa de dañarse. Estas conductas a veces son compartidas en grupo. Por lo tanto, pueden existir otros adolescentes que por aprendizaje puedan llegar a ampliar estos métodos para aliviar los sentimientos negativos que han tenido”, indicó el profesional, a la vez que advirtió que muchas veces esto no es advertido por los adultos ya que los lastimados se ocultan.

El color

Un detalle sobre las remeras de los estudiantes que inspiraron a hablar de salud mental, es que el a nivel mundial, el listón es amarillo. “Pero en la Argentina se lo toma como naranja porque el amarillo ya estaba ocupado con el cáncer infantil. Y aparte porque el anaranjado en el sistema de salud simboliza las endorfinas, que son las hormonas de la felicidad”, contaron.

Sobre el rol de Teresita, los chicos también quisieron decir: “nosotros nos encontramos muy acompañados porque finalmente una profesora miraba más allá de lo que es sentarse y dar clase, y se preocupaba por cómo nos sentíamos”.

En su valentía de no mirar para otro lado y buscar vivir y ayudar a vivir una adolescencia más sana, los organizadores de esta movida recomiendan a quienes no se animen a pedir ayuda, a que hablen. “Siempre va a haber alguien que los quiera escuchar, o pueda buscar alguna forma de ayudarlos” 

Producción periodística de Ariane Armas.